Ir bien calzado, ¿moda o comodidad?

Una de las preguntas que suelen hacerme en la consulta es cómo elegir bien el calzado. En primer lugar, tenemos que tener bien claro para qué los queremos. Es una pregunta importante ya que no es lo mismo comprar unos zapatos para trabajar que para ir a una cena de gala. Las modas están muy presentes en todos los aspectos de nuestra vida y, sobre todo, en nuestra indumentaria. Por otra parte, pasarse el día trabajando delante de un ordenador, cómodamente sentado, ni es lo mismo que ser repartidor o cartero. Y no hablemos ya de los trabajos en los que debe usarse un calzado de seguridad. Evidentemente, trabajar sentado es menos exigente para nuestros pies y qué zapato llevemos puede no ser demasiado relevante. Por el contrario, si tenemos que estar todo el día de pie y caminar la cosa cambia.

No os diré qué tenéis que comprar ni cómo tenéis que ir. Eso ya depende de los gustos de cada uno y de las modas, que van cambiando de año en año, pero sí quiero explicar cómo afectan los distintos elementos de los zapatos a nuestro cuerpo. Todos hemos escuchado muchas veces eso de que llevar un poco de tacón es bueno. La verdad es que nunca he encontrado una explicación biomecánica que lo justifique (si bien tampoco he encontrado la contraria). Pero pensemos en ello un instante.

Somos como somos por causa de la evolución y la nuestra acabó el día que fuimos capaces de modificar nuestro entorno y procurarnos alimento (cuevas, fuego, pieles, cultivo). Nuestros pies estaban adaptados a nuestras necesidades (de eso trata justamente la evolución) y no parece que empezáramos a caminar sobre las puntas de los pies. Así pues, podemos concluir que no nos hacía ninguna falta. Ni entonces ni ahora. Es cierto que nuestro estilo de vida, con sillas, sofás, camas, etc., hace que tengamos tendencia a sufrir un acortamiento de la cadena muscular posterior (lo de “tengo los isquios cortos”). Eso hace que nos resulte más cómodo llevar una alza en los talones, que relaja este acortamiento. Sin embargo, lo que nos es más confortable hace que nuestro cuerpo se acomode.

Y de la comodidad quiero hablar. ¿Por qué nos resulta más cómodo un zapato que otro? Por dos factores: la horma y la dureza. De la primera os hablé en un post sobre las zapatillas de running. A un pie estrecho le convendrá más una horma estrecha y a uno ancho lo mismo. En cuanto a la dureza podemos hablar de los materiales que cubren el pie y los de la suela. Cuanto más naturales sean resultarán más flexibles y más confortables al empeine (es preferible que sean de piel porque, además, transpira mejor). Y llegamos a la suela. Su función principal es la de proteger la planta del pie de cortes, abrasiones… Pero hoy en día cumplen muchas otras funciones: estabilizan o desestabilizan, estilizan la pierna y la figura, nos hacen parecer más altos…

Antes de empezar a criticar nada quiero decir que todo me parece bien. La moda es pasajera y a todo el mundo le gusta presumir, pero hay un aspecto a tener en cuenta. El pie tiene musculatura por alguna razón y, como ocurre con todos los músculos del cuerpo, tiene que utilizarse o acabará por atrofiarse. Uno de los ejemplos más claros es de los juanetes. Evidentemente tiene que existir una predisposición genética pero su causa es la atrofia del abductor del dedo gordo por culpa de usar zapatos estrechos.

Hoy día no hago más que ver chicas y adolescentes calzando plataformas más o menos altas. Está claro que esta suela tan ancha no facilita para nada la movilidad del pie. Hay también zapatos con cuña (que siempre me dicen que son tan cómodos) y que cada vez incorporan más plataforma (y que me aseguran que no tienen tanto talón).

Volvamos al principio. No se trata de si llevar tacones es malo o si la plataforma y las cuñas son mejores o peores. De lo que realmente se trata es de ser conscientes. Del mismo modo que sabemos que el sedentarismo no es bueno, usar este tipo de calzado tampoco. ¿Dejaremos de trabajar sentados delante de un ordenador? No. Buscaremos un hueco para poder realizar la actividad física que no hacemos durante las horas de trabajo. ¿Dejaremos de seguir las modas? Muchos de nosotros no, pero es preciso tener claro que el objetivo de los diseñadores no es pensar en la funcionalidad sino en qué nos gastamos el dinero.

 La solución es muy sencilla. En casa tenemos un entorno controlado y limpio. Podemos caminar descalzos tranquilamente o en calcetines (mejor si lleváis los que tienen silicona en la base para no resbalar). Si hace mucho tiempo que no lo hacéis podréis comprobar el mayor o menor estado de atrofia de la musculatura de vuestros pies. No tendría que ser doloroso. Mirad a los niños pequeños que corren descalzos en casa. Si de entrada no se puede aguantar más de diez minutos no hace falta estar más tiempo. El proceso de adaptación puede ser largo (unos meses) pero no conozco a nadie que no haya podido hacerlo (salvo en el caso de sufrir alguna lesión grave). Es parecido al proceso que siguen los corredores cuando se pasan a las zapatillas minimalistas. Los usan durante períodos cortos y poco a poco van ampliándolos. Como vosotros mismos comprobaréis, es bastante intuitivo.