Hasta no hace mucho, comprar unas zapatillas de running era bastante sencillo. Entrábamos en una tienda de deportes, nos probábamos dos o tres modelos y si nos iban bien comprábamos las que más nos gustaban. Ahora, en cambio, da la sensación de que antes haya que responder a una especie de cuestionario personal. ¿Eres neutro? ¿Pronador? ¿Supinador? ¿Practicas trail? ¿Corres en asfalto? ¿Cuántos kilómetros haces a la semana? Y por si esto no fuera bastante, también deberemos superar una carrera de obstáculos terminológicos. Drop, cushioning, minimalistas, espuma EVA, foam, natural running…. Tendría que ser más fácil, ¿verdad? Pues a la vista de cómo ha evolucionado todo, parece que no. Siempre tenemos la posibilidad de ir a una gran superficie, donde, con un poco de suerte, nos enseñarán distintos modelos y nos asesorarán… si no están demasiado ocupados y su personal conoce mínimamente el producto. En este sentido, en las tiendas especializadas de toda la vida suelen aconsejarnos mejor. Ahora bien, por más competente que pueda ser quien nos atienda, no está de más tener algunas ideas claras.
Básicamente, lo que debemos tener en cuenta son los materiales y la forma. Los primeros han evolucionado mucho estos últimos años y, en general, buscan ligereza y durabilidad, cosa que, por cierto, no siempre consiguen. Las suelas están fabricadas con espumas de densidades diferentes con el fin de proporcionar confort, rapidez, transmisión de la fuerza o estabilidad en la zancada. Vaya por delante que cuanto más evolucionados sean estos materiales más lo notaremos en el bolsillo. (Y hablando de suelas, habréis visto en muchos catálogos modelos supinadores o pronadores. Olvidaos de ellos. Si tenéis problemas en los pies deberíais acudir a un profesional, ya sea un podólogo, un posturólogo o un osteópata). Entre las marcas, lo que más diferencias marca es el empeine (más plásticos, mallas transpirables, etc.) pero, en última instancia, lo que nos acabará inclinando por un modelo u otro será la forma. Cada marca, por cierto, tiene una horma propia, por lo que es normal que unas zapatillas con el puente estrecho nos acaben molestando si tenemos un pie ancho. La conclusión a la que llegamos tras este resumen apretado es que lo peor que podemos hacer es comprar unas zapatillas por su estética. Así pues, ¿a qué debemos atender?
Lo primero en que deberemos fijarnos es por dónde debe flexar una zapatilla. Lo esencial es que se doblen ellas solas cuando las comprimimos de punta a talón a la altura del dedo gordo, que es donde hacemos el paso. Si no flexan bien deberemos descartarlas.
En segundo lugar, tenemos que tener una percepción realista de nuestro nivel. Correr requiere cierta técnica y forma física. Si no sabemos correr, bien porque nadie nos ha enseñado, bien porque hace mucho que no lo hacemos, necesitaremos unas zapatillas que nos ayuden un poco. Esto quiere decir que si no estamos bien entrenados ya nos podemos ir olvidando de unas zapatillas minimalistas (esas con las que parece que vayas descalzo). Si tenemos poca técnica de carrera nos vendría bien tener más altura en el talón. Es lo que llamamos drop, que obliga al pie a trabajar por la parte delantera. Y no estaría de más, dicho sea de paso, buscar quién nos enseñe.
Lo tercero que tendremos que valorar es nuestro peso. A más peso, más amortiguación. Aquí tendremos que hablar del cushioning, el grosor de la suela, que tiene que ser de espuma (EVA o foam, entre otros, no son más que nombres comerciales). Nada de cámaras de aire. Sería como correr con unas pelotas atadas a los pies y provocan muchos problemas tendinosos. Naturalmente, aquí entran en juego las preferencias personales. Hay quien quiere notar el terreno que pisa y prefiere suelas más delgadas, por ejemplo. Pero si bien es cierto que las zapatillas serán más ligeras, cuando se pesa más de 80 kilos nuestra salud es lo primero.
El cuarto aspecto a considerar es el grabado de la suela, que guarda relación con el terreno. Hay suelas para correr sólo por asfalto (algo que no recomiendo), pista de tierra, montaña o por un terreno mixto. Unas zapatillas mixtas son ideales cuando nos iniciamos, ya que servirán un poco para todo, o para una temporada larga si no se va a competir. De querer hacerlo es recomendable tener más de un par. (En este caso, por cierto, deberían tener todas el mismo drop. Hay estudios que relacionan lesiones deportivas con el cambio de drop de las zapatillas de entrenamiento por el que optan algunos deportistas experimentados.)
En quinto lugar, necesitaremos que las zapatillas de running sean un número mayor que las de calle, o incluso dos. Los dedos tienen que moverse con libertad para estabilizar la zancada y trabajar en la parte final de la fase de impulso. Y cuando corremos por la montaña, los dedos no pueden tocar la punta o acabaremos por perder las uñas (un problema clásico de los corredores que no van calzados adecuadamente).
Y, finalmente, pero ante todo y por más que parezca una obviedad, unas zapatillas tienen que ser cómodas. Deberíamos tener la sensación de que nos las han hecho a medida.
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