¿Cuál es la mejor silla para trabajar?

Una pregunta que me hacen con frecuencia mis pacientes es cómo sentarse y qué silla escoger. Vaya por delante que el cuerpo humano no fue diseñado para sentarse, de modo que hablar de una “buena silla” es casi una contradicción. En realidad, sentarse es antes una convención cultural, una moda que tiene su historia.

  Hace mucho tiempo, cuando vivíamos en pequeñas tribus, la actividad física diaria era muy superior a la actual. Cuando acababa la jornada, los miembros de estas pequeñas comunidades solían reunirse alrededor de un fuego, de rodillas o sentados en el suelo. Sólo una persona podía sentarse en lo que podría recordar a un trono. Era el líder o el patriarca, que gozaba de un estatus especial y cuya tarea principal consistía en resolver los problemas comunes. Cuando las tribus dejaron de ser nómadas y las poblaciones crecieron, esta figura jerárquica empezó a acumular cada vez más poder. A su vez, las sociedades aumentaron su complejidad política y económica, situación que condujo, finalmente, a la redacción de leyes o de documentos que hoy calificaríamos de comerciales. Cuando aparece la figura del escriba para llevar relación escrita de determinados aspectos podemos hablar de la necesidad de sentarse a trabajar. Si bien en sociedades como la del antiguo Egipto estos profesionales de la escritura todavía se sentaban en el suelo y escribían encima de unas rudimentarias escribanías que colocaban sobre sus rodillas, pronto pasó a ser una actividad realizada sentándose a una mesa.

  En un principio, se sentaban en un taburete o un banco. Las grandes sillas se reservaban para reyes y señores y no eran muy cómodas (la ergonomía es una modernidad muy reciente). La entrada de esta pieza de mobiliario en nuestros hogares es consecuencia de los cambios paulatinos en nuestra forma de trabajar. Hoy en día es una pieza de diseño y tenemos en todas las casas, para escribir y para casi todo.

  Lo cierto es que nuestro cuerpo está pensado para el movimiento y cuando estamos más de dos horas sentados nos lo suele recordar. Por esta razón, siempre que se pueda, tendríamos que andar un poco. Desgraciadamente, la mayoría de nosotros tenemos que pasar muchas horas en una silla, de manera que es preciso tener en cuenta algunos detalles a la hora de comprar lo que, en última instancia, no deja de ser una herramienta de trabajo. Así pues, ¿qué debemos considerar al elegir una silla?

  Principalmente, tenemos que tener presentes tres aspectos: la altura, la dureza y la higiene postural.

  En cuanto a la altura, tendremos que hablar de tres distintas: la de trabajo, la de la silla misma y la del respaldo. La mejor forma de saber a qué altura trabajar es fácil: si nos sentamos de costado en el escritorio, el codo debería quedar a la altura de la tabla. La altura de la silla guarda relación con la longitud de nuestras piernas: no podemos quedar con los pies colgando ni con las caderas demasiado flexionadas. Si trabajamos en una mesa estándar y no somos muy altos seguramente tendremos que colocar un reposapiés. Si no trabajamos a la altura correcta, la presión en la zona de las rodillas dificultará la circulación venosa (igual que ocurre cuando cruzamos las piernas). Por último, el respaldo debería llegar hasta las escápulas y dejar la cabeza libre. Y no debería moverse a no ser que queramos usar la silla de balancín.

  Otro aspecto no menor es la dureza. Cuanto más tiempo estemos sentados más acolchada deberá ser la silla. Acolchada, pero no blanda. Lo más importante es que la silla sea firme. Dicho sea de paso, si tenemos que trabajar con un teclado los reposabrazos no resultan muy útiles.

  Ahora bien, por mejor que elijamos, si no tenemos una buena higiene postural da igual que compremos la silla más ergonómica y cara del mercado. En realidad, la forma de sentarse es lo que nos dará la clave para saber si una silla nos conviene. Básicamente, tenemos que apoyarnos hacia atrás para que la espalda quede recta. Al hacerlo, se formará una pequeña curva lumbar que debería quedar recostada en el respaldo. La zona inferior de la columna no necesita apoyo y, por lo tanto, la silla puede tener un agujero en esa zona. Aprovecho para apuntar que no es muy buena idea sentarse en el extremo de la silla recogiendo los pies bajo el asiento. Esta postura confiere mucha tensión a piernas y lumbares. Naturalmente, dejarse caer y estirar las piernas hacia delante tampoco es muy recomendable ya que causa problemas cervicales y lumbares. Eso lo dejamos para los adolescentes aburridos en clase…

  En definitiva, si se tienen en cuenta estas recomendaciones no hará falta la silla más cara de la tienda. Lo que debemos pensar, ante todo, es que cuando tengamos que pasar largas horas trabajando, lo más importante es que la silla sea confortable. Así que no dejéis de probarlas antes de decidiros por una.