La cervicalgia

Las cervicales son muy sensibles y es muy normal que, un día u otro, a todos nos molesten. Pero, ¿cómo funcionan y por qué pueden doler tanto?

 En primer lugar, debemos explicar de forma simple el funcionamiento de la columna en su conjunto. Las cervicales son una parte de un todo, en este caso de la parte alta de la columna vertebral. Todo el espinazo está formado por 24 piezas (7 cervicales, 12 dorsales y 5 lumbares) y cada zona tiene unas características propias. Las lumbares son mayores, ya que la parte inferior acumula más peso, y la parte articular mira hacia dentro, permitiendo el movimiento de rotación, aunque también puede hacer flexión y extensión e inclinación lateral. Las dorsales, además de la zona articular que permite la relación entre sus vecinas inferior y superior, tienen una articulación propia para las costillas que limita su movilidad. Las cervicales son más pequeñas y mucho más móviles. Podemos diferenciar las dos primeras, que son tan distintas del resto que tienen nombre propio: Atlas y Axis. Curiosamente cerca del 80 por 100 de la movilidad de la columna se produce entre estas dos vértebras.

Recordemos la forma que tiene cada uno de estos segmentos. Las lumbares y las cervicales se curvan hacia atrás, forma que recibe el nombre de lordosis. Las dorsales lo hacen hacia delante, curva que se llama cifosis. Esta forma dorsal es la más común entre los mamíferos. Es muy estable y si miramos a cualquier animal a cuatro patas podemos imaginar el arco de un puente. El hecho de ponernos de pie supuso que las lumbares cambiaran su orientación y permitiesen así la postura de bipedestación. Así pues, podemos afirmar que las cifosis son arcos estables y con menos movilidad y que las lordosis aportan mayor movilidad. Y, como podemos intuir, a mayor movilidad habrá mayor riesgo de inestabilidad.

El cuerpo, ante la inestabilidad, reacciona siempre de la misma forma: bloqueando, intentando que no se “desmonte” la estructura. Esto exactamente es la lesión osteopática. Y nuestro trabajo es devolver la movilidad a la normalidad.

Y ¿por qué duelen tanto? Muy fácil. La cantidad de neuronas que usamos para movernos no es proporcional ni al número de músculos ni a su tamaño. Depende de su funcionalidad. Y a lo que dedicamos mayor número de recursos es al habla. Por tanto esta zona está fuertemente inervada.

La estructura en arco de la columna vertebral le proporciona una flexibilidad que de otra forma no tendría y le permite soportar mucho más peso. Pero presenta algún problema estructural: los arcos sólo los podemos estabilizar por el lado de la convexidad, que, en el caso de las cervicales, se encuentra por delante. Además, son tan móviles que pueden invertir su curvatura y por tanto también necesitaremos de alguien que estabilice en esta posición. Lo más lógico es intentar entender cuál es el movimiento que no permite hacer. Esto nos indica el sentido de la lesión y nos dice si el problema se encuentra delante o detrás. Además, hace falta recordar que la musculatura del habla es mayoritariamente anterior y que también afectará, y mucho, a todo el sistema. Si sois de los que apretáis los dientes por la noche ya sabéis de qué estoy hablando.

Por encima tenemos la cabeza y también tiene mucho que decir porque no está centrada sino que su posición se encuentra 2/3 partes adelantada respecto del eje de la columna. Pensad en un arco de flechas. Imaginad que ponemos una cabeza en su parte superior avanzada 2/3 en su extremo. Si queréis que no caiga la tendremos que sujetar de alguna forma. El cuerpo la tira hacia atrás mediante la musculatura. Pero esta acción provoca un aumento de la curvatura, como si estuviéramos tensando el arco. Con esto estamos dando más trabajo a los estabilizadores, que ya hemos dicho que son anteriores. Y aquí es donde tenemos los escalenos que, además de este trabajo, también se encargan de movilizar las primeras costillas para respirar. Ahora pensemos en los niveles de estrés que tenemos todos en general y cómo respiramos en estas circunstancia y tenemos el problema servido y… ¡la explicación al dolor!